Ceferino Tressera (1830-1880)
Las referencias biográficas que se hallan sobre Tresserra consisten en breves reseñas que aportan escasa información sobre su figura. Por ejemplo, en la del catálogo de escritores catalanes de Elías Molins, que puede servirnos de modelo, se lee:
Nació en Barcelona el 17 de enero de 1830, y falleció en la Coruña el 6 de abril de 1880. Afiliose al Partido Demócrata avanzado, ingresó en el republicano, cuando se organizó éste. Fue gobernador civil de Soria, y después de Palencia en el periodo de la dominación republicana. Fue redactor de varios periódicos, y entre ellos de El Anunciador de Cataluña (Barcelona). Estando preso por sus ideas políticas, escribió la novela Los misterios del Saladero. Alcanzaron éxito sus publicaciones Cuadro sinóptico del derecho democrático y la Tabla democrática (1972: 698).
Otras introducen o corrigen algunos datos, como La Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana (1920), que informa de que Tresserra peleó junto con Garibaldi en Francia, pero por lo demás poco añade y es tan parca como la de Molins (1920: 191). En cuanto a la extracción social de la familia de Tresserra tan solo hemos encontrado una referencia directa en la Historia del Partido Republicano español (1893) de Enrique Rodríguez-Solís, en cuya semblanza biográfica se lee:
Vino al mundo en Barcelona por los años de 183… Hijo de padres humildes, no pudieron costearle estos una carrera, y le pusieron de cajista en una imprenta. El despejo natural de Tresserra, unido a su afán por estudiar y saber, lograron realizar lo que sus pobres padres no habían podido conseguir. Un día fue necesario en el periódico para el que trabajaba Tresserra que se diese cuenta de un grave suceso ocurrido en la ciudad, pero en la redacción no había redactor ninguno y, en tal apuro, el joven cajista escribió el relato del suceso, pero de tan brillante manera que a todos dejó sorprendidos. Desde aquel día el director del periódico le sacó de las cajas y le puso a escribir noticias, y luego artículos, que figuraban en el periódico con aplauso general. El milagro se había realizado, y del cajista nació el escritor. Afiliado al Partido Demócrata y socialista, defendió las ideas políticas del uno y las soluciones económicas del otro con tanta inteligencia como valor. Vino a Madrid donde obtuvo de la democracia el más cariñoso recibimiento, y entró en La Discusión cuando algunos redactores de este diario lo abandonaron por la política francamente republicana de los artículos que el señor Pi y Margall había impreso al periódico. De regreso a Barcelona publicó, editado por Salvador Manero, el Cuadro sinóptico de la democracia española. Este escrito, colocado en un cuadro a la puerta de la citada librería, la Rambla de Santa Mónica, produjo tal efecto y atrajo de tal modo la atención pública, que el Gobierno lo hizo desaparecer y prohibió su venta. Inútil empeño. Miles y miles se vendieron de esta hoja que muchos consideraron como el Evangelio del pueblo, y no había casino ni sociedad obrera de Cataluña que no lo poseyera manteniéndole oculto para los desconocidos, pero descubierto y estudiado y aprendido de memoria por todos los hijos del pueblo, por todos los demócratas (1893: 493) .
Varios son los motivos que inducen a cuestionar la exactitud de la nota de Rodríguez Solís, y que evidencian que tenía un muy vago conocimiento sobre nuestro autor. En primer lugar, lo más llamativo resulta ser que considere a Tresserra adscrito a la escuela socialista, cuando en realidad se trató de uno de sus más encarnizados detractores dentro del Partido Republicano. Y, en segundo lugar, cabe apuntar que los hechos que de él destaca no se corresponden con los que podrían considerarse como los más significativos que protagonizó el catalán. Para construir su reseña biográfica, parece que Rodríguez-Solís recurre a los escasos recuerdos personales que guarda sobre Tresserra, a quien es seguro que conoció, como atestiguan sus Memorias de un revolucionario (1931), pero con quien debió mantener un trato muy superficial.
El cuerpo de la reseña sobre nuestro autor se basa en tres puntos fundamentales. El primero, el referido a su origen humilde y a la imposibilidad de los padres de Tresserra para procurarle una educación, a tenor de nuestras investigaciones también debe ser matizado. Para justificar la formación intelectual que adquirió nuestro autor, Rodríguez-Solís apela al “despejo natural de Tresserra”; esta expresión es la misma que usa respecto a varios correligionarios en otras reseñas biográficas de la obra, como la de Sixto Cámara, este sí de origen humilde (1893: 459). Es decir, parece responder a una fórmula que en ocasiones aplica automáticamente para cubrir lagunas. Es exactamente la misma utilizada por Fernando Garrido al trazar la biografía de Sixto Cámara: “de una familia cuya modesta posición no le permitía darle educación que reclamaba su natural despejo” (1860 a: 5). Atribuir arbitrariamente un origen humilde a los demócratas a la hora de redactar sus semblanzas parece ser que constituía una práctica habitual. Eso sugiere Tomás Caballé y Clos al hacer la suya sobre José Anselmo Clavé, correligionario catalán de Tresserra, donde refiere el empeño puesto por Conrado Roure para hacerle descender de una familia sin recursos, cuando en realidad su padre fue un rico comerciante imbuido de ideas avanzadas (1949: 27)…